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O R C A
Aquí estamos de nuevo, 11 meses después, en el punto donde lo dejé.
Después de varias incursiones intentando localizar peces legendarios en el río, decidí apartarme de la búsqueda durante un tiempo, no dejé de pescar, ni mucho menos, únicamente quise alejarme un poco de este objetivo e ir a lugares diferentes, continuar con otros planes de pesca.
Éste comienzo de año, retomé las visitas: observación de cualquier tipo de actividad (movimiento de aves, corrientes, saltos, etc) y sondeo, conversaciones con pescadores del lugar…
Mentiría si dijese que vi muchos motivos para seguir trabajando el sitio, pero los que tenía eran más que suficientes, así es que tocaba preparar cebo:
Tenía 5 kg de boilies de cangrejo desde hacía algo menos de un año, los escaldé para ablandarlos y añadí líquidos, en este caso un extracto de hígado de una marca comercial, el hígado (en extracto y powder) me ha dado bastantes buenos resultados en la fabricación de hookbaits y stick mix, si bien es cierto que en esta época de año se solidifica bastante, no importaba ya que hice pruebas y acababa diluyéndose en agua fría cuando agitaba, de lo cual deduje: “voy a cebar en un río y a la salida de una corriente, los efectos no pueden ser muy diferentes” , por lo que asumí (y asumo) que lo único malo de utilizarlo en esta época sólo, sin otros elementos que le puedan ayudar a abrirse, aumentaría el tiempo de respuesta, pero no solo esto, si no que se mantendría en el fondo, lo cual se sumaba a la lógica de la utilización de elementos pesados en ríos para la persistencia de la comida en un determinado punto, era perfecto para mi objetivo.
A parte, añadí otros boilies de cangrejo algo más grandes, estos comprados recientemente, rebozados en un CSL que es vomitivo, hasta tal punto que estoy pensando en tirarlo porque olerlo es un castigo medieval.
Al día siguiente por la tarde estaba cebando la zona: la poza que tenía localizada al final de la corriente en la curva y otra poza en otro plano diferente, con una distancia de pocos metros.
Decidí darle 2 días de descanso, normalmente los cebados en río que he realizado suelen actuar más rápido, pero en pleno Febrero es lógico dejar que procesen la comida y vuelvan a por más.
Agarré las cañas, me enfundé el vadeador y a las 9:00 estaba en el puesto. Pude acceder sin dar una vuelta enorme gracias a un padre y un hijo que estaban pescando lucios, me indicaron por dónde era seguro vadear con todo el material a cuestas. Si algún día leéis esto, que sepáis que encontré peces, en realidad solo uno, pero encontré.
Hacía un frío de miedo, los primeros rayos del sol empezaron a derretir la escarcha sobre la hierba, saqué las cañas y preparé los puestos: dos montajes sencillos y 4 bolas cortadas por la mitad justo encima, tensé las líneas, apreté los frenos de los carretes y me retiré lo bastante para evitar ruidos y calentarme… Coño! Estaba tieso!
Después de mucho silencio…BEEP…BEEEP!! La línea se tensó, no demasiado y empezó a tirar discretamente, cosa que me puso más nervioso, normalmente, y por experiencia propia, las carpas más grandes y viejas tienen picadas más flojas, intentan ir hacia el origen de dónde vienen los tirones y unos momentos después…Empieza la pelea!
De aquel agujero, profundo y oscuro, emergió una carpa común, grande, bastante grande para la media del lugar, impecable, podría apostar a que era de los pocos anzuelos, si no el único, que había tenido el descuido de tragarse. Curé la herida rápido y la devolví sin hacer mucho ruido. Recogí las cosas y crucé el río de vuelta, había conseguido mi objetivo.
No hay que tentar a la suerte, metros más abajo unos indeseables están haciendo de las suyas y no quiero darles pistas.
La he querido llamar O R C A porque, al igual que el barco del capitán Quint, un depredador la atacó por popa.
Buena pesca y feliz semana.
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Emboscarse.
Solo queda echarse al monte.
Apostaría a que no soy el único que piensa, o fantasea con esto, el panorama actual no deja muchas más opciones.
Pero no nos pongamos cenizos, hay que seguir trabajando, los boilies no se pagan solos.
Como os contaba en la última entrada, decidí cambiar e investigar río abajo: encontré un puesto de difícil acceso, una curva natural en la que la corriente había formado una poza de más de dos metros que tenía pinta de servir de refugio y comedero para carpas y barbos.
La semana pasada cebé con unos 5 kg de boilies, nada de semilla, os explico mi razonamiento: es una zona en la que dudo que los peces hayan visto una bola ni por equivocación. Cebando en estas cantidades y de manera continua, lo que espero conseguir es una asimilación mucho más rápida y, coincidiendo con el cambio de estación, una fuente de alimento más completa que las chufas y el maíz, intentando que cualquier pez que vea esa bola la asuma como buena.
Qué pasa con los cangrejos y los galápagos? os preguntaréis. Si mis cálculos no fallan (de esto ya nos enteraremos), todavía no están activos (o al menos su presencia no es significativa), lo que me permite un margen de cebado hasta que la primavera se muestre en todo su esplendor.
Dicho esto, hoy he ido a pescar la zona sin resultado ninguno. Desilusionado? La verdad es que no.
Tampoco os voy a engañar, estamos acostumbrados a un mundo de respuestas inmediatas y a ver +20 día sí, día también en Instagram, por lo cual asumimos que, si nuestras salidas no siempre son fructíferas, somos malos pescadores o es debido a que no hemos comprado el último boilie de sabor torrezno-nocilla que usa la crew más molona del panorama nacional.
Una mierda, nada más lejos de la realidad: en todas, o casi todas las ocasiones que estamos pescando, las condiciones no son iguales, no conocemos los fondos al detalle (por mucho que se sondeé), no disponemos de un presupuesto ilimitado para cebar con 20 kg de boilies de calidad a la semana y ,lo que es más importante, no controlamos los patrones (alimenticios en su mayoría) de los peces. Si partimos de esta base, tendremos una visión más humilde y enriquecedora de la pesca, aprenderemos mucho más, nos acoplaremos a cualquier situación, obtendremos mejores resultados y disfrutaremos más del entorno y de la actividad en sí.
Que las capturas no estén garantizadas y poder disfrutar, más o menos, igual es lo que nos aleja del temido furtivismo y del escaparate mediático en el que se traicionan cualquier tipo de ética y respeto medioambiental.
Es el momento perfecto para emboscarse, abrir los ojos y preocuparse de lo inmediato, volver a lo primario. Aquí, como en el Punk, no hay futuro.
Buena pesca y feliz semana.
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River calling.
foto: @jota_cuenca Hace 5 años que llegué a Madrid, una época en la que estaba empezando a pescar de manera más «seria»: iba cada fin de semana, tenía un pequeño equipo dedicado a la carpa y empezaba a descubrir el amplísimo mundo de artículos, vídeos y foros británicos, lo que cambió mi manera de entender la pesca de manera radical.
Mi amigo Julián (@jota_cuenca) estaba por Madrid en aquel momento. Ambos veníamos de Salamanca, de hacer Kilómetros domingo sí, domingo también buscando nuevos lugares de pesca. Juli tiene una cámara pegada al cuello, buena prueba de ello es su Instagram: https://www.instagram.com/jota.cuenca/. y, junto a Javi, mi tío Nacho y algún otro buen amigo que ahora nos ve pescar desde arriba, ha retratado cada momento y rincón de la provincia que hemos recorrido, ha documentado unos comienzos, algo muy auténtico.
Pero era momento de cambiar de escenario, así que nos pusimos manos a la obra y fuimos a lo que conocíamos y de lo que veníamos: el río.
La foto que abre esta entrada esconde la historia más increíble que hemos podido vivir juntos:
Era un sábado de Noviembre, hacía un frío de cojones y estábamos agazapados en el refugio con la esperanza de que picara algo (cosa que no sucedió). Abrimos la primera cerveza y empezamos a hablar, la conversación duró poco: un estruendo, similar al de un árbol cayendo: algo venía por el río.
No te imaginas qué puede aparecer en pleno invierno haciendo ese ruido y, cuando lo vimos aparecer, enmudecimos: un gamo.
Hay algo de místico en estos animales (gamo, ciervo, corzo, etc): aparecen con elegancia y, aunque estén perseguidos por otro animal, (como era el caso y se puede ver en la foto), eligen cada paso que dan, como si ellos hubieran diseñado el recorrido.
Arrastró las líneas y fue el único animal que hizo sonar mis alarmas en un año entero. A pesar de ello, nunca me enfado con la pesca, estoy acostumbrado, tomo como parte natural no sacar un pez en largos periodos de tiempo.
Durante estos años, junto a mi buen amigo Antonio, hemos mapeado una zona muy reducida del río y conseguido dar con puntos muy calientes, pescando indistintamente en Verano e Invierno, de noche y de día, con cualquier cebo que se pusiese en el anzuelo, pero con un aspecto muy marcado: trabajando previamente la zona. ¿Qué significa trabajar previamente la zona?: cebado de calidad y en cantidad, no hay más secreto que ese ni más ciego que el que no quiere ver.
Siempre hemos teorizado con lo que esconden estas aguas: ambos coincidimos en que, aunque se han esquilmado las zonas de manera brutal, el río alberga joyas que rara vez han visto un anzuelo.
Antonio reconciliándose con la pesca. Es tiempo de cambiar, de dejar que la zona descanse, de explorar, de pasar desapercibido, de abrir otra puerta. Hay que hacer acopio de mucho material y horas, no sé qué voy a encontrar ni si merecerá la pena, lo que sí sé es que el río está llamando de nuevo y, esta vez, más fuerte que nunca.
Buena pesca y feliz semana.
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Rainy days.
6:00 A.M. : la alarma del móvil me despierta y confirma lo que ya pensaba: dormir 4 horas nunca es buena idea.
«Me cago en la puta…»
La noche anterior había estado preparando «la sesión» (como nos gusta decir a los carp anglers) hasta bastante tarde.
Hay un lago en la capital del cual soy asiduo y cuyos patos están acostumbrados a verme tirar comida ya que, rara vez, han tenido la ocasión de verme metiendo un pez en la sacadera. A veces pienso por qué sigo yendo, supongo que tiene que ver con que este sitio me ha dado mi PB (Personal Best, para los legos en la materia), la genética de las carpas que allí habitan y la cantidad de veces que te hace irte bolo, es una combinación que lo hace casi místico, tenía claro dónde iba a ir.
Cargué el equipo y salí del barrio, ni un alma por la calle.
Siempre llevo un CD recopilatorio de The Doors (más quemado que la pipa de un indio), subí el volumen y conduje unos 40 minutos, la que estaba cayendo…
Esperé dentro del coche hasta que la lluvia paró un poco, cargué todo y empecé a andar hacia uno de los puestos que estaba libre. Iba repasando mentalmente todo lo que llevaba y pensando en qué iba a montar primero: «el refugio». En otras ocasiones el ansia de echar las cañas me había podido y acababa jurando en hebreo empapado.
Me enfundé el vadeador, até los plomos a la línea principal para sondear las zonas donde iba a meter los montajes, preparé el cebo y fumé un cigarrillo esperando a que dejase de llover para meterme al agua, cosa que no sucedió.
Cansado de esperar, me envalentoné y decidí empezar a meter las cañas con la que estaba cayendo, ¿mala idea? pues no lo sé, pero la verdad que hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien: la lluvia me caía en la cara y se me colaba por el hueco del vadeador calando los pantalones, la barba me chorreaba y el viento me desviaba toda la línea, repito: hacía tiempo que no me sentía tan bien.
Me sequé como pude con un paño que siempre llevo en el macuto, el refugio olía a tabaco y a los boilies de ajo remojados con un CSL (Corn Steep Liquor) de calamar: hay que tener el estómago duro para no echar el café, cualquier pescador que esté leyendo esto sabe a lo que me refiero.
«Beep…beep» una de las alarmas empezó a sonar cada poco tiempo, el aire empezó a mover la línea y yo solo pensaba en el megalodón que estaba acechando mi cebo…Nada más lejos de la realidad.
A las 2 horas saqué esa caña para comprobar el montaje y ver que el cebo seguía en sitio: todo correcto. Había puesto un plomo de 120 gramos, estaba intentando fijar el boilie de un snowman con un stopper para que no se moviera de su sitio y… coño! el montaje funcionaba: me clavé el anzuelo (muerte incluida) en el pulgar, es la primera vez que me pinchaba de aquella manera: podía sentirlo girar perfectamente dentro del dedo, hubiera hecho una foto de la avería, pero estaba demasiado ocupado intentando recuperar el color, las pasé canutas para sacarlo… pensé que iba a sangrar más, cosa que agradecí.
Sentado y con las cañas echadas de nuevo, me relajé y empecé a quedarme dormido. Se oía la lluvia caer sobre el techo del refugio y a los pardales pegándose por el cebo que se me había caído del cubo, qué tranquilidad.
Últimamente intento no quemar todo el tiempo que paso en la orilla mirando Instagram (cosa que no es fácil), así que puse la radio y empecé a mirar el agua: ni una señal.
Mientras escuchaba las deprimentes noticias de guerra que todos conocemos tuve dos toques en la otra caña, casi podría jurar que, esta vez, no fue el viento. Me acordaba de un proverbio en el que siempre pienso cuando pasa esto: «El pez que se escapa es siempre el más grande», qué razón. Siempre tiendo a imaginarme el animal que hay al final de la línea cuando la alarma empieza a chillar, creo que no saber lo que está pasando ni lo que te vas a encontrar es una de las aspectos que más enganchado me tiene a la pesca.
Después de comer y, varias cervezas mediante, decidí recoger y volver a casa sin pena ni gloria. Desempaqué y me di una ducha caliente, salí a tomar un par de pintas con María a un pub del barrio y, al amor de la barra, le confirmé lo que ella ya sabía: me encantan los días de lluvía.
Buena pesca y feliz semana.